1.4.04

¿Qué andarás haciendo...?
Tuve una amante inglesa hace unos años. Más de doce!!!. No los había contado aún, carajo! Una morena, morena, con ojos verdes. Profesora en el Polytechnic donde tuve mi beca Erasmus (Orgasmus, las llamábamos en España) de un curso escolar. Con ella, mi paupérrima vida sexual de veinteñearo español reprimido, alcanzó cotas insospechadas. Las creaciones del artista del onanismo que escribe, aún hoy debe alguna de su inspiración más reciente a su boca. Esta inglesa de familia católica, caso peculiar, se había casado con un portugués del que aún llevaba su apellido como tarjeta de presentación laboral. Era profesora también de portugués, así que no le pesaba la condena. Tuvo dos hijos con él. María y León (por el Papa, claro). El latino rural que la enamoró encontraba también momentos de excesivo cariño carnal hacia sus dos hijos que, con dos y tres años, ya sabían lo que su padre tenía entre la piernas y cómo lo usaba. Los críos estaban traumáticamente afectados por los abusos y el pequeño era un verdadero desequilibrado. Con ocho años, acorraló a su madre con unas tijeras después de correr detrás de ella como un verdadero loco... Tragedia vital en directo, macho!!. El caso es que ese pequeño trozo de carne de cañón europeo, era aún más peligroso (en eso se le parecía a todos los niños) cuando estaba en silencio. Allá arriba, en el primer piso, León a solas con su hermana y todos esas posibles catástrofes por crear a su alcance. Si no se lo oía durante más de un segundo, la madre podía apostar a que esa mente calenturienta estaba tramando alguna maldad infinita. Así, desde la planta baja, su madre le gritaba: Leóóóóón, Whaaaat ‘re yaaaaaa up to!!!!???? y añadía, bajito, para que él no lo oyera: You bloody little bastard!!.

El Pepe Roldán volvió a mentir sobre las 3:11 p. m.